Lo dejo todo para buscarme en un café al que no había entrado nunca.
Curiosamente sin darme cuenta, me siento frente a mí, pero no me veo hasta levantar los ojos de la bolsa de té. Y una vez que manchas visuales se levantan y se van, me veo también detrás de mí. Volteo hacia más sitios, para encontrarme cada vez más. Estoy sentada a mi lado.
Repetidamente me repito, soy yo, cada vez más lejana, más distorcionada, entre más lejos más verdosa. Es un verde que muere en el gris.
Qué me pueden decir ellas. No lo sé. Sólo presiento que ellas no sienten, no piensan, no pueden enseñarme nada. Se sumergen en su plana profundidad, y por eso no puedo mirarlas sin que me obliguen a desviar la mirada hacia otra parte.
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