Salí de ahí sin darme cuenta de que durante el proceso me habían succionado la médula espinal superior durante tres horas. Lo supe por la carencia de energía que vino en el momento de cruzar la puerta y el dolor en la nuca.
Parece que la succión provenía de la pluma y se escapaba en tinta azul sobre el papel. Así me veía yo por dentro, y me dejaba ir en un movimiento mecánico que provenía de mi mente.
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En el comedor universitario el señor, al cual he oido llamar "Manolo", me hizo los piropos de siempre, pero en vez de que fuera breve como suele serlo y seguirle hablando al resto, me miró fijamente mientras servía otro plato. Pretendí no darme cuenta acomodando el plato en la bandeja, esperando deslizarme hacia el sector del segundo plato en donde me esperaba una señora menos intimidante. Cuando ya iba a avanzar, él, que no me había quitado la mirada de encima en todo ese tiempo, me dijo: "te vi ayer por la calle", y entonces lo miré al instante y me encontré con sus ojos cejudos y azules. Es la segunda vez que me lo dice.
Consternada, fui a sentarme. ¿Te imaginas, pensé, que este hombre es el narrador de tu vida, y en realidad es omniprescente? Solo que te dice esporádicamente que te ha visto para no levantar sospechas o, peor aún, para levantarlas.
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Estuve un rato comiendo sola en una mesa de seis, quitándole muy lentamente las espinas al fragmento de pescado que estaba en mi plato. "No hay que perderle respeto al pescado", pensaba, mientras me imaginaba una posible espina clavada en el esófago. Sentí movimiento cerca y alcé la cabeza. Una pareja de señores me preguntaban si se podían sentar conmigo. Me sentí aliviada por un momento al tener un poco de compañía, empezaron a dejar sus abrigos mientras yo continuaba espulgando el pescado, y de pronto escuché: "te abandonamos", miré y la mujer señalaba una mesa que se había desocupado, el sentimiento de abandono debió reflejarse en mi cara porque ella aclaró en tono cómplice: "es que somos tres".
Vi como se alejaron, se sentaron y seguían siendo dos. Los miraba de cuando en cuando para ver si aparecía un tercero pero seguían siendo dos. ¿Se referiría a un bebé tal vez, y me acababa de confesar algo que no le había dicho a nadie por ser una desconocida? Los miraba y parecía una opción muy descartable. ¿Se referiría entonces a un... espíritu? Sí, debía ser eso... Todo cobró sentido por el tono en que me lo había dicho...( "es que somos tres...")
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Llegó un conocido y se sentó conmigo. Ya había terminado de comer pero decidí acompañarlo a pesar de que no tenía ganas de hablar ni de interactuar de ninguna forma. Así que esperé. Llegaron más conocidos y los saludé con la mano, se sentaron en otra mesa porque ya habían dejado sus cosas ahí, y menos mal porque ellos sí se tardan un montón comiendo. Al levantarme para dejar mi bandeja una vez que el otro ya había terminado, me interceptó uno de ellos, levantándose rápido con los cachetes llenos de comida y me dijo en su español extranjero: "¡dos besos!" y nos saludamos, mientras sentía su cachete deforme pegándose al mío. El otro se levantó cuando vio que el primero se levantaba y me agarró del brazo. Cuando lo iba a saludar de beso me dijo: "Antes que nada, el chico con el que estás, ¿es tu pareja?", y como negué con la cabeza dijo: "¡entonces dame dos besos!"
Volví por mi abrigo, confundida, y al irme me percaté de algo que me generó cierta angustia.
Seguían siendo dos. Al lado había una silla vacía.
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