Nadie quiere al viento frío.
Por las noches se escurre en mis ventanas,
buscando una ranura que siempre encuentra.
Sólo buscando no sentirse solo,
no sentirse usurpador del vacío de la noche.
Me busca, me encuentra,
me recorre lentamente,
me abraza, me despierta.
Creí que era primavera, le digo.
Mugiendo entre los vidrios me contesta.
De día está vivo,
de noche intenta encontrar
un lugar donde morir tranquilo.
Permito que se quede,
se alimenta de mi cálido hálito
dejándome helada, contagiada.
Mientras vela mirando mi piel de cerca,
inunda mi cuarto con sus lágrimas de madrugada.
No quiere molestar más y se va
perdiéndose en un callejón que lo aprisiona y lo acecha.
El cuarto percibe su fría ausencia.
Intento aferrarme a las sábanas
que no reemplazan su huella.
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