El tiempo no pasa cuando estás en él.
El tiempo no se mueve, quien se mueve eres tú.
Si salgo de sus rieles y volteo hacia la izquierda, veo un montón de cosas que me parecen tan lejanas y que reviven emociones que no son propias de este momento, las evoco y desaparezco de donde estoy, mi cuerpo se queda, pero yo me he ido.
Tengo tantas opciones y es una maravilla que yo pueda elegir la que quiera. Además todas son únicas. Mi perspectiva es única.
Mientras estudiaba el otro día me salí un poco del tiempo al mirar mi brazo. Empecé a buscar el rastro de una cicatriz. Ahí está pero sólo está porque yo sé que está. Es casi imperceptible ya. Si le diera a alguien mi brazo y le pidiera que buscara la cicatriz no la vería, estoy segura.
(¿Seguirá existiendo la tuya?)
Vuelvo a meterme en el tiempo para sentirme acompañada. Estoy acompañada. Me encanta estar acompañada en él.
El mundo cobra forma cuando te mueves, pero cobra vida cuando te metes en el tiempo.
(Si te pierdes en lo que estoy diciendo piensa en los momentos de epifanía que hayas tenido en algún momento, cuando estás en el tiempo todo es epifanía. Sólo hay que estar. Sólo hay que ser.)
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