Saturday, May 8, 2010

Salí de danza cansadísima y realmente no tenía ganas de salir, pero ya había dicho que lo haría. En clase estaba mareada. Últimamente dejo que la energía de los demás, sea buena o mala, entre en mí y me invada. Me sentía agotada.
Estoy demasiado sensible estos últimos días.

Salimos. Bailamos muchísimo, nos divertíamos mucho. La gente sólo veía y tomaba. Yo imaginé que no estaban y que sólo estaban ellas.

Estoy muerta.

¿En qué momento dejé de dejarme llevar?
No estoy muy segura, el cansancio me poseía y me obligaba a seguir bailando. Mis fuerzas cada vez eran menores, pero la música existía. Ellas existían. Yo existía.
Fue después cuando empezaron a existir los demás.
Y toda mi libertad de pronto se vió aprisionada por ellos. Me sentí totalmente vulnerable.
En un principio me daba igual. Después empecé a ver en sus ojos el recuerdo de una mirada que alguna vez he tenido hacia mí. Me empecé a sentir mal, y me sentí sofocada.
El cansancio era cada vez más grande.
Saludé a un grupo de personas que nos veía, reía y comentaba. Me enojé conmigo misma, ¿por qué les daba tanta importancia?

Ellos sólo no podían bailar como nosotras.
Ellos sólo no podían dejarse llevar.

Sus miradas morales nos invadieron.

¿Qué no es hora de que la gente empiece a vivir su vida y deje la de los demás?

Y ahí estabamos; eramos los esperpénticos espejos de sus atadas conciencias.

Se me olvidaba cuánto los necesitamos. Necesitamos que estén para tener nuestra referencia. Son la clave para encontrar nuestro centro.
Pero ¿si te mueven de tu centro?
¿Cómo sabes que ellos tienen la razón y no tú y que en el fondo estás descentrada?
¿Cómo sabes que ese centro que anhelas realmente existe?

De pronto, lo que me daba tanta seguridad, tanta confianza y tanta pasión, se desvanecía tras unas miradas en forma de crítica pero con un brillo escondido de angustiosa claustrofobia.

Y todo esto que ellos hacen, todas sus críticas, todas sus acciones, los llenan. Cuando están llenos ya no les cabe nada. Cuando no les cabe nada, su mirada está tan llena de cosas, tan turbia, que les es imposible contemplar la simple belleza de la creación.
La simple belleza del ser.

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