No hay cosa más horrible que despertar y sentirte observada por algo que no puedes ver en la oscuridad y, sin embargo, sentir su presencia.
Soñé que iba al cine con Aldo, unos amigos de mis padres y mis padres. Íbamos a ver Psicosis. Pero en mi sueño Psicosis no era realmente la película de los violines de Hermann sino una que era la misma pero la trama era totalmente diferente. En el sueño esa era la verdadera Psicosis.
En algunas escenas el cine se alumbraba entero. Nosotros, como en un teatro, mirábamos en diagonal hacia la pantalla, pero si movíamos la cabeza podíamos ver todo lo que ocurría dentro del cine. A veces al mirar, veía que muchas parejas habían ido para estar a solas... Era más barato que un hotel.
Aldo tenía un poco de miedo porque nunca había visto Psicosis, yo quería verla para verla en pantalla grande, aunque no quería decirle que, precisamente porque sabía lo que venía, yo también tenía miedo, y ya empezaba a arrepentirme de estar ahí.
Entonces todo empezaba.
Una mujer va caminando por un malecón, el agua es azul turquesa, y alguien viene en bote hacia la orilla. El agua está calmada. La chica viene con alguien más, pero ese alguien más no se ve, sino que soy yo, yo veo a través del personaje que lo ve todo. El ojo de la cámara. Íbamos ambas en bikini, ella para meterse al agua se cambia: se pone un traje de baño negro de una sola pieza, mientras hablábamos como si estuviésemos reencontrándonos de algún viaje. Le preguntaba si se encontraba mejor, sabía que había tenido un poblema de esquizofrenia, cosa que el público no sabe aún.
La persona del bote era una mujer que le decía algo a ella, pero ella la ignoraba. Yo sabía que más tarde eso tendría su importancia. Nos metíamos al agua y nadábamos.
Entramos a la habitación de un hotel, o algo parecido. Hay como tres camas: la mía es una para una persona, estaba pegada a la pared; la de ella es más grande, pero con barrotes a los lados como parte de la decoración, estaba en medio de la habitación; y otra de la cual no era consciente. Había un corcho donde había cosas escritas por viajantes anteriores que estaba justo arriba de mi cama. Como era la segunda vez que veía la película, dejaba de prestar atención en los diálogos, que carecían de importancia en ese momento, y detenía la película en una escena para poder leer lo que estaba escrito en ese corcho... Eran palabras con cierto enigma en su conjunto, y la sensación era que, quienes escribieron, estaban en un momento crítico de sus vidas. No recuerdo las palabras exactas.
Pasan más cosas que no recuerdo, ella se ve sumamente segura de sí misma. Quiere hablarme sobre él, o yo soy la que insiste en hablar y le pregunto si puedo acostarme en su cama. Me dice que sí, pero que la condición es que nos miremos frente a frente, -sino él podía aparecer- y que si nos tocábamos fuera fluido y mutuo. Me acosté en su cama y empezó a hablarme, y empezábamos a acariciarnos. Entonces yo la veía, acostada en dirección hacia los pies de la cama, con la cabeza sumergida en agua justo en donde terminaba la cama, como si fuese una pecera gigante y azul en donde ella tenía metida la cabeza. Se cruzan escenas con las del mar del principio, en donde, ambas desnudas hacíamos algo similar. Me daba cuenta entonces que al pensar en el mar, mis manos se entorpecían, sabía que lo que vendría después ya era irreparable, y me daba miedo, pues ya había visto la película; su pecho se había convertido en piedra en mi mano torpe. Sabía que ella sentía que yo ya no fluía, había desaparecido su cabeza sumergida. Dejaba de tocarla y le pedía perdón.
Entonces ya sabía que se despertaría ese lado esquizofrénico (¿qué tanto mío, qué tanto suyo? ¿qué tanto yo era ella?). Sabía que todo estaba a punto de comenzar, quería levantarme e irme del cine y llevarme a Aldo conmigo, pero era demasiado tarde.
Llevábamos varios días ahí, ella había estado imposibilitándome todo. Se fue un día con mi pareja, usando mi vestido, mientras ambos se reían de mí. Debía huir, todo me daba miedo, las paredes, las palabras del corcho que se repetían con eco en mi cabeza... Y entonces comencé a sentir su presencia. Apanicada, empecé a intentar abrir las puertas que me podían sacar de la habitación, quería salir del cine, de la habitación... Las puertas no estaban cerradas, pero por más fuerza que yo hacía, lograba abrir apenas un poco y luego la puerta se cerraba fuertemente tras la mínima flaqueza de fuerza.
Empecé a gritar desesperada, hasta que con unas fuerzas que no eran mías, sino del terror, logré abrir la puerta de par en par gritando, al salir la puerta se cierra detrás de mí sin posibilidad de ser abierta de nuevo, bajo unas escaleras que me llevan a la misma habitación, la puerta del baño se transforma en una cortina de plástico en donde mis gritos se mezclan con los gritos de un hombre, escucho el grito, es él. Las cortinas empiezan a moverse como si alguien luchase por salir igual que yo luchaba con las puertas, se veía su cara gritando, sus manos empujando, hasta que sale. Es él, sabía que la verdadera pesadilla estaba a punto de comenzar, pero no podía hacer nada, la película era así, y me entregué a mi destino, debía enamorarme de él. Él me tomó de la mano y me habló dulce, yo me fui acostando en la cama, como si estuviera enamorada, sabía que no podía hacer otra cosa, porque la película es siempre igual, y él estaba a punto de apoderarse de mí, como se había apoderado de ella, y yo sólo miraba hacia los escalones, mientras sentía como su respiración se acercaba a mi cuello. Pero entonces me daba cuenta de que yo tenía consciencia dentro de la película y que, por lo mismo, podía cambiar las cosas. Entonces con todas mis fuerzas abrí los ojos.
Es horrible despertar a oscuras y tardar mucho tiempo en reconocer en dónde estás, sobre todo si el sueño fue demasiado vívido y piensas que despiertas en una habitación real: la del sueño, y pasas por todas las habitaciones posibles de tu memoria sin reconocer ninguna -¿cómo reconocerla si estás completamente a oscuras?-, hasta que te llega un lejanísimo recuerdo de la habitación en la que estás. Y lo peor de todo, es que sigas sintiendo la presencia de la habitación del sueño, que tiene un peso en esa oscuridad, y que te observa, que observa cómo despertaste aterrada en ese sudor frío, que te inunda.
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